A menudo solemos cometer el error de contar nuestra historia (dando además muchas cosas por sentadas) sin pensar en el otro (en el marketing y en la vida). El famoso yoismo. En hacerle partícipe también o interesarnos por él/ella. No tanto todo lo que nosostr@s ya sabemos y que además incluso damos por hecho muchas veces. ¿Qué mensaje quiere o necesita recibir nuestro público ideal? Esta sería una buena pregunta a hacerse. ¿Qué espera de mi? ¿Qué tengo yo que le pueda ayudar/ servir?

Pensar en esas personas, su edad, sus gustos, su estilo de vida y, sobre todo, sus inquietudes, problemas o necesidades. Por eso es tan importante hablar directamente a las emociones, a los problemas, a los miedos de tus clientes… Y hago un inciso aquí. Porque no se trata de recrearnos en ellos para hacerles sentir mal, que sería el típico mensaje indirecto de “ey mira, yo antes estaba como tú y mira ahora qué bien me va “pringao”. Evidentemente el mensaje literal no es ese, pero sí puede sentirse así. Y eso es lo que se debe evitar. Empatía, al final. No se trata de que el otro te vea años luz y se fustigue comparándose y pensando “lo mal que lo hago y lo bien que les va a otros… quizás hay algo mal en mi, ¿no? Porque yo no soy capaz, y no lo conseguiré…”. Ayudemos a evitar las malditas comparaciones.

La oruga no necesita un milagro para volar. Necesita un proceso

Ese es el mensaje a transmitir, justo lo contrario del anterior. Hay que hacer sentir a la gente que te pones en su piel porque conoces exactamente esos puntos de dolor. Por eso eres la persona que están buscando y no solo por eso, sino porque, además, con ello les muestras que la personalidad de tu marca encaja con lo que les gusta (tu manera de hacerlo, de comunicar, tus valores, etc.)

Por tanto, lo primero es saber a quién te diriges y lo segundo y no menos importante cómo hacerlo. Y las palabras, escritas (formato texto en posts, mails…) o habladas ( formato video/podcast…) son una herramienta fundamental porque provocan emociones y sentimientos. No en vano mi blog se llama “La vida secreta de las palabras”. Aunque también podría haberlo llamado “el poder de las palabras”.

Y es que así somos los humanos. Al final no te mueves por lo que te dicen que hagas, sino por lo que te transmiten. Nos movemos por sensaciones, pálpitos.

copy storytelling

Si alguien logra conectar con nuestras emociones inevitablemente nos volvemos menos racionales y más proclives a realizar una acción como en este caso, pero también a dar un me gusta, a seguir e incluso a darle al botón de comprar.

En resumen, un buen copywriter puede ser tu mejor comercial, pero para que no se convierta en el típico pesado del que huyes, debe ser natural, espontáneo, casi sin forzarlo… Porque a todos nos gusta comprar, pero a nadie nos gusta que nos vendan. Y por eso se le llama arte porque no todo el mundo puede hacerlo.

De hecho, mucha gente escribe, pero no tod@s saben llegar, traspasar, en definitiva, conectar. Y quizás está feo que yo lo diga, pero como me ha costado mucho reconocérmelo te diré que sí, que es casi como un don. Evidentemente todo se puede trabajar, pero seamos honestos: no todos somos buenos en todo y está bien. Hay cosas que se tienen o no se tienen. Y cada uno es bueno o buena en lo suyo (a mi no hables de mecánica por ejemplo). Y cuento esto porque durante mucho tiempo para mí “saber escribir” era algo que carecía completamente de valor, hasta que un día un jefe, tras felicitarme por algún trabajo y responderle “bueno, yo solo escribo” me respondió: No digas solo, yo no lo sé hacer, y por eso estás tú aquí. Así que ya sabéis, si necesitáis ayuda con eso soy vuestra chica 🙂

Porque además no va solo de que las palabras que eliges sean las “adecuadas”… también la música con la que acompañas un video o la imagen que acabas seleccionando. Todo habla.

Y mientras piensas si es justo eso lo que necesitas o no, aquí te dejo un consejo: Pregúntate siempre si ese texto o ese mensaje, sea cuál sea el formato que elijas, suena tal y como se lo contarías a un amigo o amiga. Un buen copywriting es aquel que cuando lo leemos sentimos que nos están hablando solo a nosotros. Nos sentimos identificados con la historia e inevitablemente parte de ella porque es la misma que cuenta esa marca. Somos los protagonistas porque trata nuestras circunstancias. Ya no nos sentimos solos. Eso es lo que crea eso de lo que seguramente tanto has oído hablar: comunidad.

PORQUE DETRÁS DE CADA MARCA, HAY UNA GRAN HISTORIA.

Solo hay que saber transmitirla de la manera correcta para que llegue.

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